El folclore ya no es solo de abuelas
Artistas como Rodrigo Cuevas, Baiuca, Califato ¾ o Vicente Navarro tratan de renovar la escena musical con sonidos tradicionales.
La palabra folclore se define en la RAE como “conjunto de costumbres, creencias, artesanías, canciones, y otras cosas semejantes de carácter tradicional popular”. Aunque en el imaginario colectivo seguramente aparezcan nombres como Rocío Jurado, Juanita Reina, Imperio Argentina además de ferias, imágenes de trajes regionales, panderetas y, sobre todo, personas mayores que tararean esas canciones que salen de un casette.
Sin embargo, el concepto está cambiando y los jóvenes han tomado el relevo de la tradición. El folclore ya es mainstream. Y para muestra de ello es que la estrella del pop internacional Taylor Swift llamó así a su último trabajo publicado en 2020, Folklore, precisamente porque buscaba transmitir su identidad personal, en su caso, buscando las raíces en el country donde empezó. Eso sin mencionar a la mismísima Rosalía, por la cual se empezó a utilizar el término folclore millennial.
En España la muestra de que las músicas tradicionales están a la orden del día es que entre los seleccionados para el Benidorm Fest, de donde saldrá el representante de España en Eurovisión 2022, está el grupo gallego Tanxugueiras. Estas tres jóvenes. que interpretarán el tema Terra, se definen como un grupo de cantareiras y pandereteiras que cantan en galego y que mezclan la música tradicional con toques electrónicos.
No son las únicas; grupos como Baiuca, Califato ¾, Maria Arnal i Marcel Bagés, Los Hermanos Cubero y artistas como Rodrigo Cuevas, María José Llergo o Vicente Navarro tratan de abrir paso removiendo las tradiciones de una forma distinta a la que se venía haciendo hasta ahora, huyendo del manido concepto de apropiación cultural y en un momento donde la España vaciada está también de actualidad.
Este movimiento, por mucho que a C.Tangana y a su El madrileño le pueda pesar, no nace de Madrid ni de las grandes capitales, sino de las periferias, de las culturas con lengua propia ocurre con el català, el galego, el euskera o el valencià, o bien, con hablas propias de la zona como ocurre con el andaluz.
Así lo cree Curro Morales, miembro del grupo andaluz Califato ¾, que mezcla sonidos del flamenco que van desde el fandango a las sevillanas pasando por las alegrías con la música electrónica propia de las raves.
“Surge más en las periferias, porque son culturas que han estado siempre denostadas. En otros sitios se puede hacer, pero me parece que cobra más sentido y es más fácil hacerlo por quien ha sido más apartado. Baiuca, por ejemplo, tiene esa sintonía con nosotros, aunque no tengamos nada que ver con los elementos autóctonos. La cultura gallega ha pasado por lo mismo que la andaluza”, explica.
En este sentido, Alejandro Guillán, artífice del proyecto gallego Baiuca, apunta a El HuffPost que Madrid no ha tenido esa fuerza que sí han tenido otras regiones. “Madrid no influye en las músicas de los demás lugares. ¿Qué música popular madrileña hay ahora mismo por ahí? Ni El Madrileño, que es el disco del que más se ha hablado este año tiene influencia madrileña”, señala.
Para mostrar sus raíces, tanto Guillán como Morales utilizan en sus proyectos un todo de los elementos autóctonos tanto en cuestión de imagen como de lenguaje. En el caso de Califato ¾, a pesar de no utilizar ninguna lengua cooficial como tal, usan el EPA (estándar para el andaluz), una propuesta del andalûh transcrito fonéticamente. “Lo interesante que tiene es que no viene de arriba a abajo, como habitualmente, que el lenguaje se uniformiza desde instituciones y, a raíz de ahí, va hacia abajo y la gente lo tiene que aprender”, detalla Morales.
“El andalûh se ha hecho desde abajo como una reivindicación popular, de querer volver a eso. El que uniformiza el lenguaje siempre proviene de los centros de poder, si hubiese sido de otra forma, el que hablaría ‘mal’ sería el de Valladolid y no el de Córdoba. Es una cuestión histórica”, explica el músico quien además detalla que tomaron la decisión por una cuestión estética.
Muchos de estos artistas, como ocurre con el asturiano Rodrigo Cuevas han basado su trabajo en la investigación del folclore ya que gran parte de las músicas tradicionales no tienen difusión hoy día.
“De pequeño desconocía totalmente el repertorio de canto y pandereta asturiano. Sí que sabía que existía, pero no lo escuchaba. Mi abuela siempre me dijo que tocaba la pandereta, pero pensaba que la tocaba en casa y ya, no que eso tenía canto y baile. Ni que era una parte tan importante la cultura”, cuenta Cuevas, quien relata que cuando empezó a estudiar “todo era la gaita” en la música asturiana.
“Sin embargo, la pandereta era lo hegemónico en la tradición. Porque había mucha más pandereta que se utilizaba para entretener y para bailar, el gaitero se consideraba un músico”, explica el artista que se define como “agitador folclórico”.
Para Guillán, de Baiuca, este trabajo de investigación en el que se basa lo han realizado “personas que han decidido dedicar parte de su vida a ir por las aldeas gallegas haciendo recogidas”. “Trato de avanzar desde ahí, no de volver a hacer ese trabajo que ya se hizo cuando todavía se mantenía una tradición más pura que la que ya queda”, explica. El músico recalca que, para él, siempre ha sido un reto intentar unir las músicas tradicionales de su tierra, Galicia, con los sonidos que le iban interesando.
En el caso de Califato ¾, han querido visibilizar también la influencia de Al-Andalus en lo que es ahora Andalucía y de, por supuesto, el Califato de Córdoba. “Es algo que se nos ha ocultado siempre. A lo mejor se le dedicaba una página del libro de historia, no se estudiaba en literatura, no se estudiaban los poetas andaluces. Somos unos analfabetos de eso porque se nos ha escondido”, explica Morales.
Parte de la responsabilidad de que el folclore y, en especial, la copla se hayan quedado en un segmento de la población mayor es que se haya asociado con el franquismo y con un concepto de “españolidad” que era propio del régimen.
“Es algo anterior. La copla durante la República era superpopular. Si cantaba Lauren Postigo que antes de la Guerra en una orilla cantaba Ojos verdes Concha Piquer, mientras que en el otro lado lo hacía Miguel de Molina. Los dos bandos lo cantaban”, señala el asturiano quien apunta que “la copla y el folclore tienen punto de amarre y en común con todas las personas”. “No tiene una ideología. Intentar darle una ideología a la cultura siempre es erróneo”, sentencia.
Lo mismo piensa Vicente Navarro, un artista que, aunque ha nacido en Madrid, experimenta con la electrónica y la tradición lírica manchega en su obra. “El franquismo es un factor muy importante a tener en cuenta y en la dictadura todo lo que era parte tradicional española se hizo con ella el régimen. Según ha ido pasando años, creo que ha habido una generación como que hemos querido recuperar eso”, señala.
Para Navarro, una de las principales referencias es Imperio Argentina. “La escuchaba y me quedaba enganchado, fíjate que ella luego era muy pro régimen, pero hay algo en sus temas que me atraía”, apunta.
Esta vuelta a las raíces no solo está sucediendo en España. A nivel europeo, Ucrania con el grupo Go_A quedó en quinto lugar en Eurovisión en 2021 con su tema Shum, una canción popular ucraniana mezclada con electrónica que logró hacerse con el mayor número de puntos en el televoto. En Latinoamérica, grupos como Bomba Estéreo y su disco Deja tratan de ir más hacia la música indígena y salir del reguetón o la cumbia.
España también se ha visto influida por otros países, aunque no de esta forma, sino tal y como cuenta Navarro, como un “efecto rebote” después de años de hegemonía anglosajona. “Fue como una búsqueda personal y tiene que ver con el hecho de que a finales de los 90 y primeros de los 2000 había mucho bombardeo de música anglosajona y el castellano se había quedado un poco atrás frente al peso de la música norteamericana e inglesa, que era muy fuerte. Ha sido como una especie de revulsivo”, explica.
En este sentido, Navarro explica que en su proceso de investigación también ha podido ver cómo el folclore en España está influido por el de otros países. “Cuando escuchas el folclore de diferentes países, de Perú a España, e incluso a la India encuentras muchas similitudes. Había mucha música en la India con la que pensabas, se nota muchísimo que el flamenco viene de Oriente. Había unas reminiscencias muy propias”, señala.
Para Cuevas y Morales, este auge es una respuesta frente a la globalización. “Se está dando en todo el mundo, no solo en el Estado español, parecía que todo se iba uniformizar y ahí ha habido una reacción de reivindicar lo propio”, sentencia el miembro de Califato ¾.
“La música indie, el rock y el pop son un desastre por todo lo que renegaron de una parte tan interesante de la cultura propia y se quedaron en la norteamericana”, recalca Rodrigo Cuevas que ve muy claro ese “efecto rebote” en Fuel Fandango, un grupo cordobés de flamenco fusión que cantaba en inglés y ha sacado su último disco en castellano.
“Me parece el caso de estudio de decir ‘mira, estamos volviendo a cantar en castellano, e incluso en otras lenguas’ y escapar un poco de ese tsunami de todo lo anglófono y anglosajón”, explica.
Estos nuevos movimientos más allá de tener en común que la mayoría de ellos emplean la electrónica para mezclarla con los sonidos tradicionales, es que muestran el imaginario rural o tradicional en todo su esplendor.
Para Guillán, Baiuca refleja la música y las visiones de Galicia con imágenes como el Entroido para la portada de su disco Solpor o las leyendas de las meigas para el videoclip de su tema Veleno, en el que colabora Rodrigo Cuevas. “Las visiones de Galicia en mi cabeza han sido importantes para crear texturas y paisajes sonoros dentro de mis canciones”, explica.
Lo mismo sucede con Califato ¾ quienes quisieron poner de manifiesto que la Semana Santa andaluza “es cosa de todos” y no solo de los “más religiosos”. Han introducido cornetas y tambores en, entre otros, su tema Crîtto de lâ Nabahâ y han reinterpretado iconografía religiosa que, a diferencia de lo ocurrido con Zahara, no les ha traído por ahora ningún problema a pesar de llegar a representar a Jesucristo drogándose en una imagen promocional.
“Se puede ver como una falta de respeto, pero puede que no porque si Jesucristo hubiera existido hoy, hubiera sido un paria, a lo mejor hubiera sido un gorrilla, un enganchado… Es una actualización de la cultura, simplemente va en la misma línea”, justifica.
“Queríamos desacralizarla tomar los componentes de lo popular que tiene, que nos pertenece a todos”, explica Morales. “Nos hemos criado con la música de cornetas y tambores, saliendo de nazarenos de pequeños y eso, a parte del componente religioso que obviamente lo tiene, tiene otros que nos parecen culturales e interesantes y que hay que reivindicar”, añade.
En esta línea, Navarro busca evocar los paisajes naturales de La Mancha con sonidos de cigarra, que incluye en el tema En el río de su disco Casi Tierra. “Me parece que hay otra parte de la música que son los sonidos que otras veces igual se obvian y puede que te coloquen también en ese lugar. Para mí las chicharras, las cigarras, eran muy evocadoras. Cuando las escuchaba me llevaba al calor, al verano, a un lugar concreto. Quería usarlo a posta para introducir a la persona en eso para que cuando empiece a cantar estar ya ahí”, señala.
A pesar de este auge de la música tradicional, la España vaciada sigue ahí y el corte generacional que hubo durante los 30 años posteriores al franquismo ha hecho que se vayan perdiendo géneros. Navarro explica que en el pueblo de su madre, en la provincia de Ciudad Real, “en la fiesta de los mayos, las mujeres cantaban una serie de canciones, llamadas mayos que son larguísimas, no paran de decir estrofas una detrás de otra”. “Una vez fui y dije esto lo están cantando cuatro o cinco señoras y no hay nadie más. En el momento que esta gente ya no esté quién lo va a cantar. Igual sus hijos o hijas, pero tampoco es una cosa segura”, recuerda.
Cuevas pone en relevancia la tonada asturiana, que cree que se está perdiendo por el cambio cultural y por las prohibiciones que se llevaron a cabo. “La tonada durante muchos años aquí se cantó en concursos y se dejó de cantar en las tabernas, que era donde se cantaba”, explica. “Se prohibió durante años cantar, y luego tuvo durante un tiempo una imagen casposa de que los que la cantaban eran paisanos borrachinos del bar que molestaban y se les mandó callar”, añade.
Para él, la artesanía, aunque no sea música forma una parte fundamental del patrimonio de Asturias y de su propia figura ya que para sus conciertos luce las tradicionales madreñas, montera picona y trajes tradicionales. “Forma parte de la cultura. No queda casi nadie que teja en telares ni cesteros ni madreñeros… Habría piezas carísimas que se podrían vender en Japón perfectamente”, señala. Precisamente, Cuevas se moja en el patrimonio más allá de la música y ha lanzado en el último trimestre de 2021 una iniciativa para reactivar la cultura rural mediante un crowfunding con el que restaurar un teatro en Piloña (Asturias) y crear un centro cultural.
Lejos de apagarse, la llama de las raíces parece estar volviendo a encenderse desde distintas partes de España, a diferencia de movimientos aislados anteriores como el rock andaluz o el auge de la gaita en la época de Carlos Núñez.
“Las nuevas generaciones viven cada vez, por desgracia, más alejadas de la tradición y de la música popular por cmo ha ido evolucionando la sociedad. Y cada generación, si quiere acercarse a lo más puro debe reinterpretar y dar su propia visión de lo popular y tradicional”, explica Guillán.
Este camino se plantea como una senda a continuar, ya que el folclore irá evolucionando en función de lo que hoy se haga. Tal y como señala Navarro, puede que en el futuro Tú me dejaste de querer de C. Tangana sea una de esas canciones de folclore que hoy tenemos asociadas a las personas mayores.